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LOS CONSEJOS DE NUTRINANNY®
La celiaquía y la intolerancia a la lactosa son dos enfermedades relacionadas con la alimentación, y que cada vez se observan con mayor frecuencia. En este artículo explicaremos los principales síntomas de la celiaquía y la intolerancia a la lactosa, para que puedas actuar y acudir al pediatra si sospechas que tu hijo puede sufrirlas. Una vez diagnosticadas, el tratamiento de ambas se basa en adaptar la alimentación a dietas sin gluten o bajas en lactosa.
Recuerda que, a no ser que el niño sea celíaco o intolerante a la lactosa, no hay motivo para eliminar alimentos de su dieta habitual. Ni el gluten, ni la lactosa, son nutrientes a evitar en una alimentación saludable sin que lo haya recomendado un profesional de la salud. De hecho, seguir una alimentación sin gluten antes del diagnóstico puede alterar las pruebas que se hacen para saber si el niño tiene celiaquía.
La celiaquía es una enfermedad autoinmune, crónica, causada por una reacción anormal al gluten (proteína que se encuentra naturalmente en cereales como el trigo, el centeno o la cebada) en individuos con una predisposición genética. El sistema inmunológico de las personas con celiaquía reconoce el gluten como dañino, y pone en marcha reacciones que lesionan los tejidos del intestino delgado, provocando una serie de síntomas y problemas de salud a corto y largo plazo.
Por su carácter genético, los niños con padres o hermanos celíacos tienen más probabilidades de serlo. Otros grupos de riesgo, por ejemplo, son las personas con diabetes tipo I, Síndrome de Down, o enfermedad tiroidea o hepática autoinmunes.
La enfermedad celíaca puede manifestarse en cualquier momento de la vida, incluyendo los bebés, una vez están expuestos al gluten a través de la alimentación complementaria. Por eso, el diagnóstico precoz e instaurar el tratamiento adecuado son claves para la salud a largo plazo del niño, y de este modo, evitar las complicaciones asociadas a la celiaquía.
La enfermedad celíaca en niños se manifiesta de manera distinta a los adultos. Cuando hablamos de niños en los primeros años de vida, se suelen ver síntomas digestivos y un retraso en el crecimiento, derivados de la malabsorción de nutrientes. En cambio, en etapas más avanzadas, se pueden observar otros síntomas no digestivos.
Los síntomas y signos de celiaquía más frecuentes incluyen:
Si se observan algunos de estos síntomas, el pediatra probablemente querrá iniciar un estudio para poder establecer un diagnóstico de celiaquía en el niño, o descartarlo. Esto puede incluir análisis de sangre para buscar anticuerpos específicos, pruebas genéticas y, en algunos casos concretos, biopsia duodenal (una parte del intestino delgado).
El tratamiento de la celiaquía, tanto en niños como adultos, es una dieta libre de gluten durante toda la vida. Como hemos comentado, el gluten se encuentra de forma natural en cereales como el trigo, la espelta (un tipo de trigo), la cebada o el centeno. Lógicamente, todos sus derivados tendrán gluten (pasta, pan...), y deberán evitarse. Su alimentación debe contener alimentos libres de gluten por naturaleza, como arroz, maíz, verduras, hortalizas, tubérculos, frutas, carne, pescado o huevos, por ejemplo. También pueden comer alimentos que estén certificados sin gluten, cuando puede que lo contengan.
Debemos ser conscientes que el gluten puede encontrarse en muchos otros productos elaborados, ya sea por contaminación cruzada o trazas (por ejemplo, unas lentejas cocidas sin certificado sin gluten) o porque incorporan trigo o gluten como ingrediente (productos preparados como salsas, fruta desecada recubierta con harina, verduras precocinadas...). Para ello, hay que revisar la etiqueta y asegurarse de que no lleva gluten. Algunos productos lo indican con un sello con una espiga barrada, o lo especifican claramente en el envase.
La dieta sin gluten para niños con celiaquía debe respetar las proporciones de grupos de alimentos indicadas en el Método Nutriplato, excluyendo los alimentos que contienen gluten. En el Método Nutriplato especificamos las recetas "sin gluten" y en aquellas que contienen gluten, indicamos una recomendación para adaptarla.
Veamos unos ejemplos de comidas sin gluten para niños, en las que lógicamente habrá que comprobar los envases de los alimentos para asegurarse que son alimentos sin gluten:
No son muy distintas de las de cualquier otro niño, ¿verdad? La diferencia es que habrá que seguir unos pasos concretos para no añadir sin querer trazas de gluten durante el cocinado o al servir el plato (contaminación cruzada), y conocer qué alimentos son sin gluten.
Una vez diagnosticados, es esencial que los niños comprendan el tratamiento, qué alimentos pueden consumir y cuáles deben evitar. En este sentido, las asociaciones de pacientes y el centro de salud pueden ofrecer apoyo e información para afrontar este cambio de manera positiva. Además, si estás buscando una guía completa y confiable para ayudar a tu hijo celiaco a llevar una dieta saludable y libre de gluten, te recomendamos la Guía Nutriplato. En ella, podrás encontrar consejos prácticos, recetas deliciosas y pautas claras para asegurarte de que tu hijo reciba la nutrición adecuada mientras disfruta de comidas deliciosas y seguras, respaldando así su comprensión y manejo de la celiaquía.
La intolerancia a lactosa es una situación en la que la lactosa, un disacárido (azúcar formado por 2 componentes) presente de forma natural en la leche, no se absorbe correctamente. Esto ocurre por la ausencia o la baja actividad de la enzima lactasa, que se encuentra en nuestro sistema digestivo, y es la encargada de “romper” la lactosa en los 2 componentes que la forman para que pueda absorberse correctamente. Si esto no ocurre, la lactosa no puede absorberse y aparecen síntomas digestivos, de mayor o menor importancia según el caso.
La aparición de la intolerancia a la lactosa se origina por distintos motivos, tanto en niños como en adultos, haciendo que se deba retirar o limitar la lactosa de la dieta.
En los niños, la intolerancia a lactosa puede deberse a distintas causas, pero en este artículo nos centraremos en la intolerancia a la lactosa primaria. Este tipo está causada por una baja actividad de la enzima lactasa, lo que ocasiona que toda la lactosa que se ingiere con la alimentación no pueda ser eficazmente digerida. Se trata de una intolerancia como la que sufren los adultos, aparece a la edad de 5-7 años y dura de por vida. La actividad de la enzima lactasa (su funcionamiento y efectividad) está reducida.
Existe otro tipo de intolerancia a la lactosa, llamada “secundaria”, que es transitoria y ocurre, por ejemplo, durante y después de una gastroenteritis debido a las lesiones que se producen en la mucosa intestinal. Se resuelve de forma natural en 1-2 semanas, y durante ese tiempo se recomienda el mismo tratamiento que en la intolerancia a la lactosa primaria: una dieta reducida en lactosa.
Si te preguntas cómo saber si tu hijo es intolerante a la lactosa, debes conocer los signos y síntomas que pueden ponerte en alerta. Son todos síntomas digestivos, y suelen aparecer poco después de haber consumido leche u otros alimentos con lactosa. ¿Cuáles son?
• Dolor abdominal
• Gases e hinchazón abdominal
• Diarreas
• Vómitos, en algunos casos
La intensidad de los síntomas depende del niño (si tiene un tránsito intestinal rápido, de su microbiota, el nivel de lactasa que tenga...), y de la cantidad de lactosa que haya ingerido.
El tratamiento de la intolerancia a la lactosa es una dieta baja en lactosa. ¿Qué alimentos la contienen? La lactosa está presente en mayor o menor cantidad en los lácteos y derivados.
Pero esto no significa que se deba renunciar a la leche y sus derivados, ya que son alimentos de gran interés nutricional por el calcio y la vitamina D que contienen, entre otros nutrientes. Por otro lado, sí que habrá que buscar opciones sin lactosa para los alimentos que tengan mayor cantidad de lactosa: la leche, los yogures y los quesos frescos y tiernos, principalmente.
Otros lácteos, como los quesos duros o curados y la mantequilla, contienen pequeñas cantidades de lactosa, por lo que consumidos en cantidades pequeñas y ocasionalmente, no deberían causar demasiados problemas. De nuevo, la tolerancia de cada uno es la que definirá si se generan síntomas y molestias digestivas, o no, al consumir estos alimentos.
La leche es un alimento básico en la alimentación infantil, por su contenido en proteínas de alto valor biológico, calcio y vitaminas liposolubles. Se recomienda un consumo de entre 2 a 3 raciones de lácteos (1 ración= 1 vaso de leche o 2 yogures) al día, dependiendo de la edad del niño o adolescente.
En esta intolerancia, se puede optar por leche sin lactosa, a la que se le ha añadido la cantidad justa de lactasa para “romper” la lactosa y evitar así las molestias digestivas tras su consumo. Su valor nutricional es el mismo que el de la leche de vaca normal, por lo que puede consumirse de la misma manera.
Ahora que ya conoces los síntomas de la enfermedad celíaca y la intolerancia a la lactosa en niños, podrás estar atento o atenta y observar cómo le sientan a tu hijo los alimentos. Consulta con tu pediatra ante cualquier duda.